Viernes 6 de Ocutbre y yo toda ansiosa porque la actividad saliera de primera. Gastos de plata en comida, en ropa, en bencina, en maquillaje y en otras cosas. Vestida de jeans, llego con la Xica a ordenar el lugar que me pidieron que ordenara, nuevamente la Xica me ayudó y piolamente comentábamos acerca de los minos que no llegaban. El de ella, hijo de una amiga, el mío, casi un compañero de trabajo. Ambos, con ojos rasgados, ambos con acento extranjero, ambos simpáticos y atractivos, ambos no nos pescaban. Nos saludaban, nos miraban porque no había más para mirar, pero dudo que en ese momento nos pescaran. Debí cambiarme ropa, me vestí de riguroso negro, con unos tacos imperdonables, que hacían de mi destino una fatalidad.
Me dejaron en la puerta, haciendo de recepcionista. La Xica se quedó en la cocina (como si no le tiritaran las manos). Mis pobres patitas me pedían auxilio. Empezó a llegar la gente, gente cualquiera y gente muy importante, gente linda y gente fea, gente con mucho dinero y gente muy pobre, en general llegó mucha gente. Llegó la invitada del que me mueve la hormona, menos mal que era vieja y tenía una hija (espero no quiera hacerse cargo), pero él, no llegaba nunca. Lo ví, no me vio, lo miré, no me miró. Hasta que se me ocurrió inventar una ida a la cocina para poner orden, ahí me topé con él, pero como había que hacerse la interesante, no lo miré y el hizo sonar mi nombre en sus labios. Me di vuelta y respondí a su llamado con una generosa sonrisa y casi una obvia felicidad, le dije hola y seguí adelante. Me paseaba a cada rato por delante de su nariz, a cada rato interrumpía su horizonte, a cada rato, quise estar presente ante sus horizontales ojos. Creo que lo logré. Llegó la hora del cocktail, fue a la cocina, ayudó, nos reímos, me abrió una botella de vino, algo me entrgó en la mano, de ahí no lo ví sno hasta el final. Ya mis pies se habían rendido y debí cambiar los elegantes tacos españoles, por unas condoritas niponas. El riguroso negro, no pasó más allá de esa cocina, que me esclavizó lavando vasos y dando alguna que otra orden. Así llegó el fin del cocktail, así llegó el fin de nuestro cruce de miradas.
Sábado 7 de Octubre, llegamos con la Xica a las 10 de la mañana, él, nuevamente no había llegado, y yo ya estaa ansiosa por verlo. De repente sólo cuando estaba vistiendo a alguien, él, timidamente me miró, sin querer desconcentrar de mi labor, obviamente yo lo saludé, ahora con una sonrisa más que generosa, ahora con un fuerte HOLA. Pero él todo respetuoso, se fue. Más tarde, cuando ya había calmado mi ansia por verle pasar, me lo topo de nuevo, con su polera blanca, sus pelos engelados, su banano y otros accesorios. Nuevamente nos miramos y nos sonreímos. No pude verlo como yo quería, no pude detenerme para poder hablarle, no pude cruzarme para que me mirara. No era el momento, no era la situación perfecta. Cuando cerramos el negocio él apareció regalándole una flor a una amiga (snif), que según ella, era para mi, pues él habría estado detrás mío, pero como nunca me di vuelta, se la dio a ella. Bajón de porotos. Se terminó, no tengo más oportunidad de verlo, pero alargué todo el tiempo para respirar de su aire, para estar dentro de su ambiente y cuando llegó la despedida, él nombró mi nombre y me dijo adiós. Pero como no me iba a dar por vencida, me volví al baño (las ganas me mataban) y me pasee por delante de él. Nuevamente no me pescó y para colmo, cuando nos vamos, lo logro divisar saliendo con una rubia de verde. Casi me morí. Y recordé nuevamente a mis barbies Mattel, en ese momento quería ser rubia perfecta..............